viernes, 2 de octubre de 2009

Adolfo Hitler







Hitler: hombre y circunstancia:
En nuestro siglo, ningún nombre ha sido tan denostado como el Adolf Hitler, ninguno se emparenta tan perfectamente con la crueldad y el terror. Invocando ese fatídico nombre se asesinó a millones de inocentes en los campos de concentración, se sacrificaron legiones de jóvenes soldados en los campos de batalla, se destruyeron países enteros y se aniquilaron culturas de un plumazo. Las imágenes de espanto y bestialidad producidas por el nazismo han conmovido durante décadas al mundo entero y así seguirá siendo mientras quede un ápice de cordura en la mente de los hombres o una sombra de sentimiento en sus corazones.

http://nayra1bc.blogspot.com/2009/03/fotos-de-hitler.html

Adolf Hitler nació a las seis y media de la tarde del día 20 de abril de 1889 en Braunau an Inn, Austria, que situado en las márgenes del río Rin formaba la frontera misma entre Austria y Baviera., en el seno de una familia clase media. El padre de Adolf, Alois Hitler, era un funcionario de aduanas, violento, alcohólico y mujeriego, propinador de golpizas a sus hijos y a su esposa y de quien se dice terminó sus días en un manicomio.

Su madre, Klara Pölz, tercer matrimonio de Alois, muere a los 47 años de edad después de tener 6 hijos de los cuales sólo 2 llegarían a la mayoría de edad: Adolf y su hermana Paula. Esto la torna una mujer sobreprotectora.

Primeros años en la vida de Adolfo Hitler

Adolf Hitler fue un pésimo estudiante al que le resultó imposible culminar la escuela media. Su afición por la pintura lo conduce a intentar en dos ocasiones ingresar a la Academia de Bellas Artes austriaca,siendo rechazado en ambas oportunidades y tildado de mediocre (una vez en el poder y tras someter a Austria, ordena personalmente a sus SS –Schutz Staffel- el asesinato del director de la Academia, entre otros).

Sin estudio, sin solvencia económica y sin trabajo, su destino inexorable es la miseria. Fue un vagabundo andrajoso, pelilargo, barbudo y sucio, durmiendo en la calle o en refugios públicos durante varios años. Los pocos trabajos que lograba conseguir de barrendero, obrero en alguna fábrica o changarín en los trenes, eran breves pues lo despedían prontamente por su ineptitud para las tareas físicas.

Su mudanza a Munich no cambia su mendicidad, que durará hasta 1914. Huye de la conscripción militar durante años hasta que al presentarse es rechazado por su físico despreciable.

La Europa en que vino al mundo Hitler, la que andando el tiempo habría de destruir, daba una impresión de estabilidad y permanencia en la época del nacimiento de Adolfo.
La casa de Austria, la más antigua de las poderosas dinastías europeas reinantes, que había sobrevivido a los turcos, a la Revolución Francesa y a Napoleón, era una garantía visible de continuidad.
El emperador Francisco José había celebrado ya el cuadragésimo aniversario de la ascensión al trono y aun le quedaba mas de un lustro de reinado.
Las tres repúblicas que Hitler habría de destruir (Austria, Checoslovaquia y Polonia) no existían aun. Cuatro grandes imperios (el de los Habsburgo, el de los Hohenzollern, el de los Romanov y el Otomano) reinaban sobre la Europa media y Oriental. La Revolución bolchevique y la Unión Soviética ni siquiera las imaginaban los europeos. Rusia era todavía la de los zares. En el verano del mismo año de 1889, Lenin, un estudiante de 19 años, en conflicto con las autoridades, huía con su madre de Kazan a Samara. Stalin era el hijo de un padre zapatero remendón de Tiflis, mientras Mussolini, de seis años, era a su vez el hijo de un modesto herrero que vivía en la Romaña desierta.
Se me ocurren muchas preguntas sobre este personaje histórico. Creo que nunca llegaremos a saber si sus actitudes eran las de un cínico maquiavélico o las de una persona poseída de pre conceptos, temores y resentimientos.
Si como todos decían no tenia moral y era un criminal, ¿ cómo pudo conquistar primero a los alemanes y después a una parte considerable del mundo?, ¿ podría haberse Hitler desarrollado en otro lugar que no fuese la Alemania de esa época?. Tendremos que demostrar con este trabajo si su accionar fue solo por la locura del poder desmedido o por un miedo oculto que el albergaba profundamente. Hiltler era una apasionado al siglo XIX y odiaba todo lo moderno, pero ¿era esto tan así?.
Hitler, Hombre y Circunstancia
Adolf era hijo de Alois Hitler y de Klara Poelzl. Su infancia se desarrolló entre un padre duro y pasional y una madre 23 años más joven que el marido, bondadosa y prematuramente envejecida. Llega mas tarde el tiempo de las decisiones: la muerte del padre, la tuberculosis, mal de familia que lo inmoviliza durante meses en el lecho, el desaliento escolar y el fracaso que nunca le permitirá obtener un certificado de estudios, el malestar económico que se crea en esta familia burguesa y sobre todo, la decisión de partir a Viena para realizar su vocación artística inscribiéndose en la academia de Bellas Artes, a pesar de que su madre estaba gravemente enferma.
Será reprobado en el examen de ingreso por dos años consecutivos y no podrá ser admitido en la facultad de arquitectura por carecer de certificado de estudios. Inicia así un periodo oscuro de vagabundeo y decadencia social, lejos de la familia y con su madre muerta.
Hitler conservaba, aún en el fondo de aquel abandono, los valores propios de su clase: orden y decoro; le faltaba solo la disciplina que un carácter intolerante y una educación descuidada no le habían podido proporcionar. De esta lucha por salvar la dignidad, al menos ante los propios ojos, habría extraído una visión darwiniana de la vida, a la que concebía como una lucha perpetua en la que triunfa el mas fuerte y el mas astuto.
Estas terribles experiencias llenaron su vida de odio. Él odiaba a Austria y cruzó la frontera hacia la Alemania que él tanto admiraba. Él escribió:
"Estaba convencido de que el estado de Austria siempre obstruiría a todos los grandes Alemanes... y apoyaría todo lo que estuviera en contra de Alemania... Yo odiaba aquella mezcla de checos, polacos, húngaros, servios, croatas y sobre todo a los siempre presentes judíos. Me convertí en un fanático antisemita."
El odio de Hitler hacia la pobreza, su devoción hacia el legado germano y su odio hacia los judíos se combinaron para formar las raíces de sus doctrinas políticas.


Fenómeno de masas.

El culto al Führer, al conductor, constituyó la nota básica del estado nazi. El saludo formulario y reglamentario "Heil Hitler" fue inventado, según Toland, por Rudolf Buttmann hacia 1925, tras la salida de la prisión; pero su difusión se debió a Goebbels, quien consideró que la repetición en todos los actos contribuiría a convertir al jefe del partido en el caudillo indiscutido. Una vez convertido en dictador de Alemania, esta exaltación alcanzó su paroxismo en las grandes paradas del partido en Nuremberg, y no sólo en el momento en que en la gran tribuna señoreaba con gritos estridentes los micrófonos. La descripción de su intérprete Paul Schmidt lo presenta como dueño de las calles, pastor de las muchedumbres en las aceras. Su coche circulaba lentamente por los barrios viejos durante más de una hora, en medio de aclamaciones de la multitud amontonada al borde de las calzadas: "Las multitudes extáticas, rompiendo en jubilosas aclamaciones ante la aparición de Hitler, ofrecían un cuadro impresionante. Nunca olvidaré la expresión de aquellos rostros; las gentes le miraban extasiadas con una entrega casi bíblica... como si estuviesen hechizadas. Yo lo llamaría paroxismo colectivo. Muchos extendían los brazos en pleno delirio, le apostrofaban enardecidos con alaridos y vítores."


Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, la Oficina de Servicios Estratégicas Unidos encargó al psiquiatra freudiano Walter Langer un inusual y novedoso experimento: psicoanalizar a Adolf Hitler de acuerdo con la información que sobre su persona podía obtenerse entonces en su entorno, gracias al espionaje. Las conclusiones de su informe constituyen uno de los libros más apasionantes que todavía hoy pueden leerse; su titulo, "La Mente de Hitler ".
Al examinar las pautas de conducta del Führer, tal y como las observan sus colaboradores inmediatos, Langer llega a la conclusión de que no se trataba de una sola personalidad, sino de dos y que se alternaban.
El templario Adolf era un individuo muy suave, sentimental e indeciso que contaba con muy poco energía y que nada deseaba tanto como mostrarse agradable y ser entretenido y cuidadoso. Por el contrario, el soldado Hitler era una persona dura, cruel y decidida, con una considerable energía que parecía saber lo que quería y estaba dispuesto a buscarlo y obtenerlo sin detenerse ante nada.
Hitler era un hombre de pueblo, plebeyo de pies a cabeza, con ninguna de las características de la superioridad racial que invocaba siempre. La oratoria era el medio esencial de su poderío, no solamente sobre sus oyentes, sino sobre su propio temperamento. Demostró siempre recelos por la discusión y la critica, incapaz de razonar fríamente, el solo hecho de que fueran puestos en duda sus propias palabras, o los hechos establecidos por el, le sacaba de quicio, no tanto como consecuencia de inferioridad intelectual como porque las palabras e incluso los hechos, eran para el un medio de comunicación racional y de análisis lógico, sino ardides para provocar y manejar la emoción.
Hitler odiaba lo intelectual. En las masas diría:
"El instinto lo domina todo y del instinto nace la fe.... mientras la gente común de mentalidad sana estrecha instintivamente sus filas para formar una comunidad del pueblo, los intelectuales siguen su propia ruta como gallina en un gallinero. Con ellos es imposible hacer historia. No pueden utilizarse como elemento de apoyo de una comunidad."
Uno de los secretos de su dominio sobre un gran auditorio era su instintiva sensibilidad para captar el estado de animo de la multitud, un cierto olfato para adivinar las pasiones ocultas, los resentimientos y los anhelos que bullían en las mentes.
Uno de sus mas acerbos críticos, Otto Strasser, escribió:
"Hitler responde a la vibración del corazón humano con la sensibilidad de un sismógrafo, que le permite, con una seguridad que ningún don consciente puede proporcionarle, actuar como vocero que proclama los deseos más recónditos, los instintos menos admisibles, los sufrimientos y rebeldías personales de toda una nación. Adolf Hitler entra en una sala, olisquea el aire; durante un minuto tantea, se abre paso, capta el ambiente... y de pronto estalla. Sus palabras van como flecha a su blanco, toca cada llaga en el punto sensible, liberando a la masa inconsciente, expresando sus aspiraciones mas íntimas, hablándole de lo que ella deseaba que le hablase."
La capacidad de Hitler para fascinar a un auditorio ha sido comparada a las artes ocultas del brujo africano o del shaman asiático. Otros la han comparado a la hiperestesia de un médium y al magnetismo de un hipnotista.
Se ha hablado tanto de a naturaleza carismática de la jefatura de Hitler, que es fácil olvidar al político cínico y astuto que había en él. Esta mezcla de cálculo y de fanatismo es la característica peculiar de la personalidad de Hitler.
Cuando Hitler adoptaba racionalmente un camino a seguir, se vapuleaba a si mismo apasionadamente en forma tal que le permitía aplastar toda oposición y que le proporcionaba la fuerza motriz para imponer su voluntad a los demás.
Uno de los manejos habituales de Hitler fue jugar el papel de víctima, acusar a quienes se oponían a él u obstruían sus planes, de agresión y malicia y pasar rápidamente de un tono de inocencia ultrajada al de atronadora indignación. Para el era siempre su contrincante el culpable de todo, y a su vez denunciaba a los comunistas, a los judíos, al gobierno republicano español, a los checos, a los polacos y a los bolcheviques por su conducta intolerable que le obligaba a adoptar medidas drásticas de autodefensa. Cuando Hitler era presa de la cólera parecía perder todo control. Su rostro parecía hinchado por la rabia, gritaba en forma estentórea, escupía un torrente de injurias, agitando salvajemente los brazos y golpeando la mesa o la pared con los puños. De pronto, tan súbitamente como había empezado, se calmaba, alisaba su cabellera, se arreglaba el cuello de la camisa y continuaba hablando con voz normal.
Esta explotación, premeditada y hábil de su propio temperamento se extendía a otras peculiaridades distintas de la ira. Cuando deseaba persuadir o ganar alguien para su causa, era capaz de desplegar un carácter encantador. Hasta los últimos días de su vida conservó un don misterioso que resiste al análisis.
Otra variante de su personalidad era la impresión de inteligencia y de concentrada fuerza de voluntad. Era el líder que dominaba completamente todas las situaciones y que conocía los hechos con tal seguridad que asombraba a los generales y a los ministros a los que citaba para darles ordenes.
Al representar este papel hacia uso de su notable memoria, que le permitía recitar complicadas ordenes de batalla, especificaciones técnicas y largas listas de nombres y datos sin vacilar un momento.
Su rapidez de transición de un estado de ánimo a otro era asombrosa: en un momento dado sus ojos se arrasaban de lagrimas e imploraban y enseguida llameaban coléricos u ofrecían el aspecto vidrioso de la mirada del visionario perdida en el vacío. En realidad Hitler, fue un actor consumado, con el genio histriónico y oratorio necesario para identificarse plenamente con su papel y convencerse de la verdad que estaba diciendo en el momento en que lo decía. Tenia el don de los grandes políticos: captar las posibilidades de una situación con mas rapidez que sus adversarios.
Dilataba los acontecimientos hasta que no estuviera íntimamente convencido pero una vez que se resolvía actuar los hacia valerosamente, asumiendo considerables riesgos. La sorpresa era la forma predilecta de Hitler, tanto en cuestiones políticas y diplomáticas como en la guerra.
No ha habido en la historia régimen político que haya prestado jamas tan cuidadosa atención a los factores psicológicos como la que les dedico Hitler. Este era maestro en el arte de emocionar a las masas, en sus mítines nada quedaba librado a la casualidad, empleaba toda clase de trucos histriónicos para inflamar la tensión emocional. Lograba el efecto hipnótico de millares y millares de hombres desfilando en orden perfecto, la música de bandas compactas, el bosque de estandartes y banderas, las antorchas humeantes y la cúpula de reflectores. La sensación de poderío, de fuerza y de unidad era irresistible y todo ello convergía en un crescendo de excitación en el momento supremo en el que el Führer hacia su aparición. Por paradójico que parezca la persona mas afectada por aquellos espectáculos era el propio Hitler.
Hitler se dio cuenta como nadie antes que el de los que podía lograrse combinando la propaganda con el terror. Porque el complemento del poder atractivo de los grandes espectáculos era la fuerza represiva de la Gestapo, de los S.S. y de los campos de concentración, todo ello fortalecido por una propaganda hábilmente orientada.
"La dictadura de Hitler difirió de todas las que le precedieron en la historia en un punto fundamental: fue la suya la primera dictadura del periodo contemporáneo de desarrollo de la técnica moderna, una dictadura que hizo un uso integral de todos los medios técnicos para la dominación de su propio país. Con el empleo de medios técnicos tales como la radio y los altavoces, 80 millones de seres fueron privados de su independencia mental. Así fue posible someterlos a la voluntad de un solo hombre."
Para utilizar el formidable poder puesto en sus manos, Hitler tenia una ventaja suprema y extraordinariamente rara, carecía de escrúpulos. Era un hombre desarraigado, sin hogar ni familia, un hombre que no conocía la lealtad, que no estaba vinculado a tradición alguna, que no respetaba ni a Dios ni al hombre.



Exigió el sacrificio de millones de vidas alemanas para la sagrada causa de Alemania pero el ultimo año de la guerra estaba dispuesto a destruir al país antes que abdicar de su poderío o de admitir su derrota.
Hitler tenía una desconfianza singular por los expertos. Se obstinaba en permanecer indiferente ante la complejidad de los problemas e insistía, en que cualquier problema podía resolverse solamente con que hubiese voluntad para ello. Schacht, cuyos consejos se negó a escuchar y al que admiraba de mala gana, dijo de él:
"Hitler encontraba con frecuencia soluciones asombrosamente simple a problemas que a otros habrían parecido insolubles. Tenia verdadero genio inventivo... Sus soluciones eran generalmente brutales pero casi siempre efectivas."
Decir que Hitler era ambicioso no expresa la intensidad de la ambición de poder y del ansia de dominación que le abrazaba. Era la voluntad de poderío en su forma mas tosca y mas pura, la que no se identifica con el triunfo de un principio, porque el único principio del nazismo eran el poder y la dominación como tales. Durante mucho tiempo Hitler logro identificar su propio poder con la recuperación de la antigua situación de Alemania en el mundo y en 1930 muchos hablaban de él considerándolo un patriota fanático; pero tan pronto como los intereses de Alemania empezaron a diferir los de su propio interés, desde el principio de 1943 en adelante, su patriotismo apareció en su verdadero valor: Alemania, como cualquier otra cosa del mundo, era solo un vehículo de su propio poder, al cual era capaz de sacrificar con la misma indiferencia con que sacrificaba las vidas de los que enviaba al frente.
Está tan marcado el resentimiento de la actitud de Hitler, que permite suponer que fue en sus primeras experiencias recogidas de los días de Munich y Viena, antes de la guerra, cuando surgió su deseo vehemente de vengarse de un mundo que lo había despreciado e ignorado. No menos impresionante era su constante deseo de ser objeto de alabanzas. Su vanidad era insaciable y la adulación más torpe la recibía con la complacencia de un homenaje que le fuera debido.
Hiler llegó a creer que él era un hombre con una misión, determinada por la Providencia, y por lo tanto excento de los cánones de conducta de un ser humano normal. Hitler representó su papel "histórico- universal" hasta el último momento, que fue terriblemente amargo. Pero esta fe lo había deslumbrado y cegado ante lo que verdaderamente estaba sucediendo y lo condujo a la arrogante sobre estimación de su propio genio, que lo llevó a la derrota. El pecado que Hitler cometió fue aquel que los antiguos griegos llaman hybris, el pecado de orgullo, de fanfarronería trágica, de creerse un ser sobre humano. Si alguna vez un hombre fue destruido por la imagen que de si mismo había creado, este hombre fue Hitler.
Con las dos únicas mujeres que Hitler demostró mas que un simple interés, fue su sobrina Geli Raubal y la mujer con quien se caso el día antes de suicidarse, Eva Braun.
La habilidad de tomar y sostener una superioridad decisiva en la lucha por la existencia, Hitler la expresaba en la idea de la raza, cuyo papel es tan central en la mitología nazi como la clase en el marxismo.
"Todo la que la humanidad ha alcanzado, ha sido debido al trabajo de la raza aria: fueron los arios lo que establecieron el área de trabajo y erigieron los muros de las grandes estructuras de la cultura humana."
La creencia de Hitler en la raza, podía ser empleada tanto para justificar el derecho del pueblo alemán a imponerse sobre seres inferiores tales como los rústicos eslavos y los degenerados franceses, como el derecho de los nazis, que eran los representantes de una élite, seleccionados y probados en su lucha por el poder, de gobernar sobre el pueblo alemán.
Lo que Hitler trataba de expresar en su uso de la palabra raza, era su creencia en la desigualdad, tanto entre personas como entre pueblos, como otras de las férreas leyes de la naturaleza. Era apasionadamente contrario a las doctrinas igualitarias de la democracia en todos los campos, económico, político e internacional. Para Hitler la debilidad de la democracia radicaba en que engendraba irresponsabilidad dejando siempre las decisiones a cargo de mayorías anónimas, evitando así resoluciones difíciles e impopulares. Al mismo tiempo el sistema de partidos, la libertad y discusión y la libertad de prensa minaban la unidad nacional. Habitualmente decía el Führer que la discusión era corrosiva. Aseveró un día a las Juventudes de Hitler:
"Tenemos que aprender nuestra lección. Una sola voluntad debe dominarnos, debemos una sola unidad, fundirnos en una sola disciplina, una sola obediencia, una sola subordinación debe impregnarnos completamente a todos, porque por encima de todos nosotros esta la nación."
Del mismo modo que Hitler asignó al ario todas las cualidades y éxitos que él admiraba, así todo lo que odiaba se personificaba en el judío. Cualquiera que sea la dirección del pensamiento de Hitler, tropezaba con la figura satánica del judío, el judío es el chivo expiatorio universal. Una de las frases favoritas de Hitler era:
"El judío es el fermento de descomposición de los pueblos, a diferencia del ario, el judío es incapaz de fundar un Estado e incapaz así mismo de crear nada, solo es capaz de quitar de robar o de destruir imbuido por el espíritu de la envidia".




La guerra. En los años treinta del siglo XX, ni Alemania, ni Italia, ni Japón, ni la URSS estaban satisfechas con las condiciones impuestas por la conferencia de paz de París de 1919. Estos países iniciaron una política expansionista y de desquite sin respetar dichos acuerdos. En contrapartida, el temor a una nueva guerra y los conflictos internos, provocados o aumentados por la depresión económica de 1929, frenaron a las democracias. Hitler, aprovechándose de la coyuntura internacional, llevó adelante su plan de crear la Gran Alemania. En agosto de 1939 Hitler selló con la URSS el Pacto de Munich de no agresión. Sintiéndose, pues, segura respecto a la URSS, el 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia. Como respuesta, Francia y el Reino Unido declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre: la Segunda Guerra Mundial había comenzado. Ocupada Polonia, Hitler lanzó a sus ejércitos (contaba con más de un millón de hombres, divisiones acorazadas y la potencia aérea de la Luftwaffe) sobre Dinamarca y Noruega en abril de 1940. Vencidas éstas, atacó los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y, finalmente, Francia, a la que venció en Dunkerque (mayo de 1940). Poco a poco, los alemanes se adueñaron de casi toda Francia: París caía el 13 de junio y Verdún dos días después. Sólo el sur quedó libre de la ocupación. Allí se estableció el gobierno de Vichy, presidido por el mariscal Pétain (1856-1951), que inauguró un régimen de talante autoritario y colaboracionista. Hitler había conseguido su objetivo en el occidente europeo: apoderarse de la costa atlántica para, desde ella, lanzarse contra el Reino Unido y, derrotado éste, proseguir su expansión hacia el este. Pero tras la fallida invasión de Rusia y la entrada de los Estados Unidos en la guerra, los ejércitos alemanes cosecharon una derrota tras otra y el sueño megalómano de Hitler comenzó a desvanecerse. En la imagen, Hitler tras la ocupación de París.

A traves de las leyes de Nuremberg de 1935 y del pogrom de noviembre de 1938, hasta la destruccion del Ghetto de Varsovia y los campos de muerte de Mauthausen y de Auschwitz, el propósito de Hitler era claro e indiscutible. Se trataba de exterminar a la raza judía en Europa, empleando el concepto exterminio, no en un sentido metafórico, sino preciso y literal. Cerca de 12 millones de personas, incluyendo a seis millones de judíos, fueron exterminados en el terrible suceso conocido como Holocausto nazi. La historia registra pocos crímenes o acaso ninguno, de tal magnitud y cometidos tan a sangre fría.
La originalidad de Hitler no esta en sus ideas, sino en la forma literalmente terrorífica con que puso manos a la obra para convertir sus fantasías en realidades, en su capacidad incomparable para arbitrar los medios con que desarrollar la tarea. Las cualidades distintivas de su conversación eran la astucia y la brutalidad, una ignorancia enciclopédica y una vulgaridad insondable. Pero esta grosería mental y moral, como la insignificancia de su porte, eran cosas perfectamente compatibles con la brillantez de sus dotes políticas.
Quienes trabajaron junto a él, cualquiera fuese la opinión que ellos tuvieran respecto al hombre, jamás subestimaron el ascendiente que Hitler era capaz de ejercer sobre todos los que estaban en contacto con él.
La prueba definitiva de este ascendiente la encontraremos en las ultimas etapas de esta historia, cuando destruido el prestigio del éxito, con las ciudades alemanas convertidas en ruinas y ocupada la mayor parte del país, esta figura, a quien su pueblo ya no veía ni oía, fue todavía capaz de prolongar la guerra, a traves de la etapa en que todo debía darse por perdido, hasta que el enemigo llego a las calles de Berlín ,momento en que Hitler decidió romper trágicamente el hechizo. En 1945 Alemania se rinde incondicionalmente y en la mañana del 30 de abril de 1945 Hitler se suicida junto a su mujer Eva Braun.


El último día de Hitler
SE DESPIDIÓ de todo el personal del búnker y afirmó: «Hay que aceptar el destino como un hombre». Pidió a su cocinera, Manzialy, que le preparara espaguetis con salsa... El periodista y escritor David Solar reconstruye en su último libro las horas finales de Hitler aquel 20 de abril de 1945...
La última vez que vio la luz del día fue el 20 de abril. Con ocasión de su 56 cumpleaños, se dispuso una ceremonia de condecoraciones en el jardín de la Cancillería. Estaba anfermo y envejecido, aparentaba 20 años más. «Encorvado, con la cara abotargada y de un enfermizo color rosáceo... Su mano izquierda temblaba tan violentamente que comunicaba los espasmos a todo su cuerpo...En cierto momento intentó llevarse un vaso de agua a los labios, pero la mano derecha le temblaba de tal manera que tuvo que abandonar el intento...», recordó en sus declaraciones en Nuremberg uno de los presentes.

También sufría espasmos en la pierna izquierda y cuando esto sucedía debía sentarse. Arrastraba los pies y jadeaba en cuanto recorría unos metros. En el atentado de Von Stauffenberg en Rastenburg, en julio de 1944, sufrió importantes daños en los oídos, por lo que sufría mareos y sus andares parecían los de un borracho.

Soñando, temblando de cólera, dando órdenes, haciendo grandiosos planes militares y arquitectónicos, pasó sus últimos 10 días.En el último instante decidió casarse con Eva Braun, su amante desde 1930 y dictar testamento, cuyo mayor énfasis consistía en la defensa de su obra, la justificación de su antisemitismo y en la designación de un Gobierno que mantuviera las hostilidades.

De los momentos finales se conserva una narración muy minuciosa.Hubo una despedida formal de todo el personal del búnker. Una enfermera soltó un histérico discurso, pronosticándole la victoria.Hitler la interrumpió con voz ronca: «Hay que aceptar el destino como un hombre», y siguió estrechando manos.

A mediodía acudió a la conferencia militar. El general Mohnke le comunicó que la infantería soviética presionaba desde el norte y el sur, tratando de cortar en dos el centro de la ciudad, lo único que aún se defendía.

La artillería soviética se había concedido algún respiro por falta de blancos. La inundación de los túneles del metro había frenado a los soviéticos durante unas horas, pero a costa de la vida de millares de berlineses que estaban refugiados en los andenes. Tras el resumen de la situación, Hitler se quedó a solas con Goebbels y Bormann y les comunicó que se suicidaría aquella tarde.

Luego llamó al coronel Günsche. Le ordenó que una hora más tarde, a las tres en punto, se hallase ante la puerta de su despacho.Él y su esposa se quitarían la vida; cuando esto hubiera ocurrido, el coronel se cercioraría de que estaban muertos y, en caso de duda, les remataría con un disparo de pistola en la cabeza. Después se ocuparía de que sus cadáveres fueran conducidos al jardín de la Cancillería, donde Kempka y Baur deberían haber reunido 200 litros de gasolina, según les encargara la víspera, que servirían para reducir ambos cuerpos a cenizas. «Deberá usted comprobar que los preparativos han sido hechos de manera satisfactoria y de que todo ocurra según le he ordenado. No quiero que mi cuerpo se exponga en un circo o en un museo de cera o algo por el estilo.Ordeno, también, que el búnker permanezca como está, pues deseo que los rusos sepan que he estado aquí hasta el último momento».

Luego le visitó Magda Goebbels, que mostraba en su rostro las huellas del sufrimiento, no sólo porque su marido y ella habían resuelto suicidarse, matando previamente a sus seis hijos. Magda, de rodillas, le imploró que no les abandonara. Hitler le explicó que si él no desaparecía, Doenitz no podría negociar el armisticio que salvara su obra y Alemania. Magda se retiró mientras escuchaba el bullicio de sus hijos en las mínimas habitaciones de la primera planta.

Hacia las 14.30, Hitler decidió comer. Eva, pálida y elegante, con su vestido azul de lunares blancos, medias de color humo, zapatos italianos marrones, un reloj de platino con brillantes y una pulsera de oro con una piedra verde, le acompañó hasta el comedor; él vestía un traje negro, con calcetines y zapatos a juego; la nota de color la ponía su camisa verde claro. Eva le dejó ante la puerta del comedor y prefirió volver a sus habitaciones, pues no tenía apetito.

En aquel almuerzo postrero acompañaron al Führer las dos secretarias que habían permanecido en el búnker, Frau Traudl Junge y Frau Gerda Christian y su cocinera vegetariana, Fräulein Manzialy.Fue un almuerzo muy frugal, muy rápido y silencioso. Comieron espaguetis con salsa, en unos pocos minutos y ninguna de las supervivientes recordaba que se hubiera dicho allí una sola palabra.

Terminado el almuerzo, Hitler regresó a sus dependencias, pero en el pasillo se encontró una nueva despedida: sus colaboradores más íntimos le dieron entonces el último adiós. Luego se retiró a sus habitaciones con Eva.

Cuando todos estaban esperando el estampido de un disparo, oyeron voces ahogadas en el pasillo. Magda Goebbels realizaba el último intento desesperado de salvar su mundo, de salvar sobre todo, a sus hijos y forcejeaba con el gigantesco Günsche, que medía casi dos metros, para entrar en el despacho de Hitler.

No logró vencer la oposición del gigante, pero consiguió que transmitiera al Führer un último recado: «Dígale que hay muchas esperanzas, que es una locura suicidarse y que me permita entrar para convencerle».

Günsche penetró en la habitación. Hitler se hallaba de pie, junto a su mesa de despacho, frente al retrato de Federico II. Günsche no vio a Eva Braun, y supuso que se hallaría en el cuarto de baño, pues oyó funcionar la cisterna. Hitler respondió fríamente: «No quiero recibirla». Esas fueron las últimas palabras que se conservan de Hitler. Diez o quince minutos más tarde, entre las 15.30 y las 16.00 horas de aquel 30 de abril de 1945, ya estaba muerto.

Se suicidó de un tiro en la cabeza mientras rompía con los dientes una cápsula de cianuro. Eva Braun murió a su lado tras masticar una ampolla de veneno.

DESENLACE INEVITABLE
La situación a la que había llegado la guerra no le ofrecía más que dos posibilidades: entregarse al enemigo o acabar convertido en cenizas, como finalmente hizo. A comienzos de enero de 1945, la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial era cuestión de semanas. El último contraataque de la Wehrmacht había fracasado en Las Ardenas y los aliados se dirigían hacia el Rhin, mientras en el este, millón y medio de soldados soviéticos arrollaba las defensas alemanas en Polonia y Prusia.

Hitler, sin embargo, se resistía a aceptarlo. Regresó a Berlín desde el Nido del Águila, uno de sus múltiples cuarteles generales, enclavado en los Alpes bávaros. El 16 de enero, su tren cruzó decenas de estaciones en ruinas y sufrió demoras que le parecieron intolerables, debidas a la destrucción sembrada por los aliados.

La Cancillería, muy dañada, disponía de un refugio contra ataques aéreos, que mostró su utilidad cuando los ingleses comenzaron a bombardear Berlín, pero en 1944 se había quedado pequeño y débil ante la frecuencia y la violencia de los bombardeos angloamericanos.Por eso, en el verano de 1944, tras el desembarco de Normandía, Albert Speer recibió la orden de construir otro bajo el jardín del edificio desde el que el Führer pudiera dirigir la guerra, aun en medio de los ataques aéreos más devastadores.

Tenía dos plantas de unos 20 por 11 metros; en la superior vivían el servicio, los ayudantes militares y las secretarias de Hitler y se hallaban la cocina, el comedor, los aseos y el trastero.Cuando Berlín quedó cercado, el Führer invitó a Joseph y Magda Goebbels a que se trasladasen a su refugio con sus seis hijos.

En la inferior se hallaba el piso de Hitler. También la central telefónica. Ésta era la mejor de Berlín y Hitler pudo comunicarse en cuestión de minutos con todos los frentes. Disponía, mediante antenas acopladas a un globo cautivo, de una instalación de radioteléfono de VHF.

El búnker tenía su propio generador eléctrico y de reservas de agua, de modo que nunca se vio afectado por los cortes originados por los bombardeos. Los cuartos de baño, la ventilación y la calefacción funcionaban bien, aunque la atmósfera siempre estaba demasiado cargada, la humedad era muy alta y el olor resultaba desagradable.

El conducto por el que penetraba el aire estaba equipado con filtros para impedir el paso de la mayoría de los gases conocidos.Tan seguro era el sistema que el propio Speer, que pensó eliminar a Hitler entre febrero y marzo de 1945 introduciendo un veneno por los respiraderos, hubo de desistir cuando éstos fueron elevados, de manera que resultaba imposible meter algo por ellos.

Pese a estas medidas de seguridad, Hitler tuvo inicialmente un terror cerval a quedar enterrado en aquel subterráneo. Cada vez que sonaba la alarma aérea bajaba malhumorado y dentro de aquella estructura, que vibraba a cada explosión de las bombas, palidecía de miedo. Ese peligro, no obstante, era mayor en la superficie, de modo que, a finales de febrero de 1945, comenzó a pasar las noches en el gran refugio, al que se terminó acostumbrando hasta establecerse permanentemente en él.

Hasta el 20 de abril, fecha de su último cumpleaños y del completo cerco de Berlín por los rusos, el búnker era un lugar muy frecuentado y resultaba normal hallar en su gran pasillo a numerosos militares y políticos aguardando ser recibidos por el Führer. Tras el cerco de la capital, las visitas fueron escasas y la vida dentro del refugio, tan rutinaria como especial.

Hitler se acostaba muy tarde, a las tres o cuatro de la madrugada, y se levantaba también muy tarde, entre las 10.00 y las 11.00 horas; el personal militar de la primera planta se acostaba en torno a la medianoche, terminada la última reunión de guerra de cada día, y se levantaba hacia las siete.

En aquella atmósfera enrarecida, en permanente compañía de sus más fieles colaboradores de última hora, Bormann y Goebbels, Hitler vivió sus dos últimos meses en un clima irreal, esperando victorias imposibles y emitiendo órdenes absurdas pero que, eso sí, costaron millares de vidas.

Pero los acontecimientos de los primeros años no pueden comprenderse a menos que se reconozca que en el periodo de 1930 a 1940, en la cumbre de su éxito, el F hrer logro persuadir a una gran parte de la nación alemana que en él encontraría un gobernante de cualidades sobrehumanas, un hombre de genio enviado por la providencia para conducir a los germanos a la Tierra Prometida.
Conclusión
Como conclusión podemos decir que el motivo central de la vida de Hitler y en la vida de las masa que lo siguieron era el miedo. Hitler estaba evidentemente y desde muy joven, bajo la presión de la angustia. Y nunca pudo expulsarla.
Primero fue el temor austro- alemán de ser racialmente oprimido, mas tarde, en Viena el temor del hijo de una familia de clase media a caer en la escala social. Pero existió también el miedo de una convulsión social mas amplia, cuyo aspecto mas visible es resumido en la expresión revolución industrial, el miedo a una era nueva y extraña anunciada por un proceso amplificado de emancipación.
Otras motivaciones del miedo pueden ser observadas mas tarde, después de la primera guerra mundial, en las masas pequeños- burguesas que se sentían igualmente amenazadas de descender en la escala social, mientras el sentimiento latente de vivir en una época de grandes crisis era confirmado por la visión de la revolución que partiendo de Moscú, procuraba conquistar primero a Alemania y después al mundo.
El éxito de Hitler se basó en buena parte en la capacidad de emplear su gran talento retórico para transformarse en el portavoz de esos temores y para transformar la atmósfera de pánico en agresión o por lo menos en un sentimiento de fuerza. Él proclamaba conocer el camino de la salvación, la manera de recuperar la honra y de estimular la grandeza. Hitler creció en el papel del "salvador".
Puede ser verdad que un movimiento de masas, fuertemente nacionalista, antisemítico y radical, podría haber surgido en Alemania sin un Hitler. Pero en cuanto se refiere a lo que realmente sucedió, las evidencias no dejan duda alguna acerca de que ningún otro hombre desempeño un papel remotamente comparable en la revolución nazi o en la historia del Tercer Reich como el desempeñado por Adolf Hitler.
Desde la remilitarizacion de la Renania hasta la invasión de Rusia, consiguió una serie de triunfos en la diplomacia y en la guerra que le proporcionaron una hegemonía sobre el continente europeo solo comparable con la de Napoleón en el apogeo de su fama. Si bien es cierto que esos triunfos no se habrían podido conseguir sin un pueblo y sin un ejercito dispuestos a servirle, fue Hitler quien aportó las dotes de dirección, el olfato para percibir las oportunidades, la audacia para aprovecharlas. Sus equivocaciones aparecen evidentes y su derrota inevitable, pero lo cierto es que se necesitaron los esfuerzos combinados de las tres naciones mas poderosas del mundo para quebrar su dominio sobre Europa.
El que su carrera acabase en fracaso, el que su derrota se debiese a sus propias equivocaciones, son cosas que no bastan para invalidar el título de Hitler al calificativo de grande. Esas facultades extraordinarias iban unidas a una egolatría perversa y estridente, a un cinismo moral e intelectual. Su carrera no constituye una sublimación sino un envilecimiento de la condición humana y su dictadura de doce años esta exenta de toda clase de ideales, salvo de uno: el extender cada vez mas su propio poderío y el de la nación con la que se había identificado a si mismo. Se ha dicho con frecuencia que solo en Alemania habría sido posible que subiese Hitler al poder. Se puede afirmar que en el desarrollo histórico de Alemania, se daban ciertas características favorables al desarrollo de un movimiento de esa clase.
Cuando se dice que los hombres hacen la historia, se concentra toda la culpa en un solo hombre y consecuentemente, se disculpa a la masa de seguidores y de aprovechadores.
Todo lo que es típico del nacional socialismo, todo lo que lo distingue de otros movimientos fascistas es impensable sin Hitler. Los hechos sin Hitler, sin el dinamismo y la inmensa energía que él imprimía a todo, así como desde el punto de vista moral del nuevo y desconocido barbarismo que él trajo. Sin Hitler, el nacional socialismo ni siquiera seria un movimiento de importancia semejante al del fascismo italiano, habría permanecido como una fuerza secundaria, como cualquier grupo extremista, no seria mas que un fenómeno periférico de la política.
Pero es preciso decir que no fue solo el pueblo alemán el que durante la década del 1930 prefirió no enterarse de lo que estaba ocurriendo. Los británicos y los franceses en Munich, los italianos socios de los italianos en el pacto de acero, los polacos que apuñalaron por la espalda a los checos por la cuestión de Teschen, los rusos que firmaron el pacto nazi sovietico para repartirse a Polonia... Todos ellos pensaron que podrían librarse de Hitler por el soborno o que podrían servirse de él para sus propias finalidades egoístas. No lo consiguieron.
Hitler fue, a decir verdad un fenómeno europeo tanto como un fenómeno alemán. En Alemania Hitler destruyó muchas estructuras superadas, liquidó las viejas clases. La modernidad que creó, o cuyo camino preparó, no correspondía a la imagen interna que lo inspiraba. Le gustaban la antigüedad clásica y el siglo XIX, pero para alcanzar sus objetivos, tenia que preparar el terreno de la modernidad. La guerra de conquista que orquesto desde el principio, así como la dominación de vastas áreas, exigía tanto un nuevo hombre, liberado del burgués del siglo XIX, como exigía también el estado industrial; moderno, funcionalmente estructurado, que Hitler detestaba. El no podía tener una cosa sin tener la otra.
Hitler veía con absoluta claridad su relación con Europa. Se rebeló contra el sistema, no precisamente en Alemania, sino en Europa, se rebelo contra el orden burgues-liberal, que para él estaba simbolizado por Viena, la ciudad que antaño lo había rechazado de sí. Como sea, él destruyó tanto la vieja Alemania como la vieja Europa. Pero también consiguió que casi todos sus temores se realizasen. Aceleró fuertemente la ascensión de la era democrática e igualitaria contra la cual luchó con desesperada energía, apresuro también el fin de la división entre naciones gobernadas y naciones esclavizadas, volvió posible la creación del Estado de Israel y acerco a Europa a la Rusia soviética, la misma que quería expulsar mas allá de los urales. Y finalmente, termino por destruir el mundo burgués que había simultáneamente odiado y admirado.
Su misión, la misión en que ni un solo instante dejo de creer, era destruir todo eso y en ese propósito, el mas hondamente sentido de todos los suyos, no fracaso.
Bibliografía
Mein Kampf (traducción inglesa por James Murphy. Londres 1935).
My New Order (Discursos de Hitler 1922- 1941. Editado por el conde Raoul de Roussy de Sales. New York 1941).
Hitler, Adam Bullock.
.David Solar es director de la revista «La Aventura de la Historia» y autor del libro «El último día de Adolf Hitler», recién publicado por La Esfera

martes, 22 de septiembre de 2009

Caida del muro de Berlin


Muro de Berlín



El Muro de Berlín (en alemán Berliner Mauer), denominado "Muro de Protección Antifascista" (Antifaschistischer Schutzwall) por la comunista Alemania Oriental (la autoproclamada República Democrática Alemana) y a veces apodado "Muro de la vergüenza" por parte de la opinión pública occidental,1 fue parte de las fronteras interalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 y separó a Alemania Occidental (la República Federal Alemana entonces) de la RDA hasta ese año.2
El muro se extendía por 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Fue uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría y de la separación de Alemania.3
Muchas personas murieron en el intento de superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA cuando se dirigían al sector occidental. El número exacto de víctimas está sujeto a disputas y no se conoce con seguridad. La Fiscalía de Berlín considera que el saldo total es de 270 personas, incluyendo 33 que fallecieron como consecuencia de la detonación de minas. Por su parte el Centro de Estudios Históricos de Potsdam estima en 125 la cifra total de muertos en la zona del muro.4

Historia

Cuando en 1949 las tres zonas occidentales se convirtieron en la República Federal Alemana (RFA), empezaron en ambos lados los trabajos de reconstrucción y protección de las fronteras. Mediante la formación de los dos estados se llevó a cabo la separación política. Entre la RDA y la RFA se desplegaron por primera vez policías y los soldados fronterizos y más tarde se construyeron barreras, principalmente por parte del bando Oriental. Berlín se encontraba oficialmente dividida en cuatro sectores desmilitarizados, independientes de ambos estados alemanes, aunque en la práctica esta consideración tenía poca importancia – Berlín Occidental se asemejaba en muchos aspectos a un estado federal de la RFA, contando, por ejemplo, con representantes en el Bundestag. Berlín Oriental fue incluso declarado Capital de la RDA.

Con la intensificación de la Guerra Fría, que tras el embargo de productos de alta tecnología COMECON contra el Bloque del Este se tornó en una guerra diplomática y la amenaza militar permanente, se reforzaron las fronteras, particularmente por parte del bando oriental. Las fronteras pasarían con el tiempo de ser una separación entre las dos partes alemanas, a ser parte de la frontera entre la Comunidad Económica Europea (antecesora de la Unión Europea) y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON), entre la OTAN y los miembros del Pacto de Varsovia, y también entre las dos ideologías políticas y los dos bloques económico-culturales que se enfrentaban en la Guerra Fría.5



Situación del Muro de Berlín trazada sobre una fotografía tomada desde un satélite

Desde el establecimiento de la RDA se incrementó la emigración en dirección a la RFA. Desde 1952, las fronteras interiores entre la RDA y la RFA se protegieron con vallas y vigilantes: se creó una zona de 5 km en la que sólo se podía entrar con un permiso especial -típicamente sólo para residentes. Cerca de la frontera había otros 500 m de zona prohibida y en la misma frontera una barrera de 10 m.-

Pese a ello, permanecía abierta la frontera entre Berlín Este y Berlín Oeste, difícilmente controlable. Entre 1949 y 1961, unos 3 millones de personas abandonaron la RDA desde Berlín Oriental.6 Sólo en las dos primeras semanas de agosto de 1961 emigraron 47.533 personas. Además, para muchos polacos y checos, Berlín Occidental se convirtió en la puerta hacia occidente. A menudo se trataba de jóvenes bien formados, lo que constituía una amenaza a la economía de la RDA y, en última instancia, a la población de los países. Aproximadamente 50.000 trabajadores de Berlín Oriental trabajaban y vivían en Berlín Oeste, pero se aprovechaban de las condiciones financieras favorables de Berlín Este, siendo conocidos como Grenzgänger.

El 4 de agosto de 1961 fue decretado por la magistratura de Berlín Este que los Grenzgänger fueran registrados y pagaran el alquiler en marcos de la RFA. Ya antes de la construcción del muro, la Volkspolizei de Berlín Oriental controlaba las calles y los medios de transporte que llevaban a la parte oeste a los llamados refugiados de la República sospechosos y contrabandistas. Además, muchos berlineses occidentales y orientales que trabajaban en Berlín occidental compraban en el mercado negro - con una ventajosa tasa de intercambio para el Marco de Alemania del Este de aproximadamente 1:4 - los relativamente baratos alimentos básicos y los pocos bienes de consumo de lujo de Berlín Este. La economía planificada del sistema del lado oriental fue, en consecuencia, debilitada de esta forma. El muro debía servir a los gobernantes del Bloque del Este como una forma de detener la evasión de los trabajadores y campesinos socialistas mediante el aislamiento.


Una señora saluda desde el sector Oeste a sus conocidos del sector Este tras tres horas de espera (1961)


Trabajadores de Alemania del Este construyendo el Muro (20 de noviembre de 1961)


Kennedy y Adenauer en el Checkpoint Charlie del Muro de Berlín
El plan de la construcción del Muro de Berlín fue un secreto de estado de la administración de la RDA. El muro fue construido a instancias del Partido Socialista Unificado de Alemania —los trabajos se llevaron a cabo bajo la dirección y la vigilancia de la Volkspolizei y de soldados del Ejército Nacional Popular— contra las declaraciones del Presidente del Consejo de Estado Walter Ulbricht, quien, en una conferencia de prensa internacional que tuvo lugar en Berlín Oriental el 15 de junio de 1961, había contestado a una pregunta de la periodista Annamarie Doherr: "Entiendo su pregunta como que hay hombres en Alemania del Oeste que desearían que movilizáramos a los trabajadores de la construcción de la capital de la RDA para erigir un muro. No conozco la existencia de tales motivaciones, pues los obreros de la construcción de la capital emplean todas sus fuerzas principalmente en la construcción de casas. ¡Nadie tiene la motivación de erigir un muro!."


Ulbricht fue, de esa forma, el primero en emplear el concepto muro – dos meses antes de que se construyese.


De hecho, los aliados occidentales fueron informados del acordonamiento de Berlín Oeste por los miembros del plan "Medidas drásticas", pero fueron sorprendidos por el calendario y la amplitud de las barreras. El acceso directo a Berlín Oeste no se cortó, ni fue interrumpido militarmente. El Bundesnachrichtendienst (BND) (servicio secreto de la RFA) ya disponía de información similar desde mediados de julio. Tras la visita de Ulbricht a Jrushchov durante las reuniones de los países miembros del Pacto de Varsovia del 3 al 5 de agosto, el BND informó: Las informaciones disponibles muestran que el régimen de Pankow trata de obtener el beneplácito de Moscú para poner en vigor medidas rigurosas de bloqueo. En particular el bloqueo de la frontera de Berlín con la interrupción del tráfico de metros y tranvías entre Berlín Este y Berlín Oeste. (...) Queda por dilucidar si Ulbricht será capaz de obtener un acuerdo tal con Moscú.


El 11 de agosto el Volkskammer de la RDA aprobó los resultados del Consejo de Moscú y autorizó al Consejo de Ministros a emprender las medidas correspondientes. El Consejo de Ministros de la RDA decidió el 12 de agosto emplear a las fuerzas armadas para ocupar la frontera de Berlín Oeste y construir el Muro.
El sábado 12 de agosto, el BND recibió la siguiente información: "El 11 de agosto de 1961 ha tenido lugar una conferencia entre el Secretario del Partido Comunista y otros altos funcionaros del partido. Se declaró: (...) la situación del constante incremento del flujo de refugiados hace necesario el acordonamiento de los sectores oeste de Berlín y del SBZ en los próximos días – no se especificó un día exacto –. y no dentro de dos semanas, como estaba planeado."

En la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, sin previo aviso se construyó el muro entero, simplemente quedo sin construir el 13 de agosto una pequeña parte fuertemente vigilada por la policía socialista. empezaron a sellar los accesos a Berlín Oeste soldados del Ejército Nacional Popular, 5.000 miembros de la policía fronteriza Alemana (precursora de las Grenztruppen o tropas fronterizas), 5.000 miembros de la Volkspolizei y 4.500 miembros de las brigadas. Tropas soviéticas se apostaron listas para el posible combate en la frontera aliada. Todos los medios de transporte que aún comunicaban ambos Berlines fueron detenidos. Sin embargo, las líneas S-Bahn y U-Bahn de Berlín Occidental que circulaban bajo Berlín Este siguieron funcionando sin detenerse en las estaciones orientales, que quedaron como estaciones fantasma. Sólo las líneas afectadas de la estación Friedrichstraße permanecieron en servicio, aunque bajo estrictos controles.


S-Bahn-Ostsektoreinfahrt Liesenstraße/Gartenstraße 1980
Erich Honecker, como ex-secretario del Comité central, fue responsable de la planificación y realización del Muro en nombre de la dirección del SED. Hasta septiembre de 1961 desertaron 85 hombres de las fuerzas de vigilancia, además de 400 civiles en 216 escapadas. Es significativa la famosa fotografía del joven policía de fronteras Conrad Schumann saltando sobre las alambradas de la Bernauer Straße.8
El gobierno de la RDA alegó que era un «muro de protección antifascista» cuyo objetivo era evitar las agresiones occidentales, argumentando que la construcción del muro era consecuencia obligada de la política de Alemania Federal y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Adicionalmente, se decía desde la Alemania Oriental que ningún muro hubiera sido necesario si Berlín Occidental no fuera una «espina en el costado de la RDA», como lo había definido su alcalde Willy Brandt, en el sentido de que era un exclave de otro Estado inserto en el corazón de Alemania Oriental. Esta visión era compartida por los demás Estados del Pacto de Varsovia, los cuales veían la rivalidad entre ambas Alemanias como un reflejo de la rivalidad entre los dos grandes pactos militares de la época. De todos modos, las autoridades de la RDA también reconocían que entre los objetivos del muro estaba evitar la emigración masiva o fuga de cerebros.
La versión de las autoridades de la RFA y la visión generalizada en el mundo capitalista u Occidente fue que esta justificación no servía más que para matizar el que era, según ellos, el único propósito: impedir que los ciudadanos de la RDA entraran en Berlín Occidental y, por lo tanto, en Alemania Federal.
Los alemanes orientales no controlaban totalmente el tráfico entre el Berlín Occidental y la Alemania Federal y, en este sentido, se argumentó que las defensas del muro estaban diseñadas para funcionar desde el interior de la Alemania Oriental; las pistolas automáticas montadas en el muro eran disparadas al intentar escalarlo desde el interior, las defensas contra vehículos estaban situadas en el lado de Alemania Oriental y el muro de cuarta generación estaba hecho de secciones de hormigón armado con la base más larga en el interior de la RDA

Reacción de la Alemania del Oeste


Puerta de Brandeburgo, 1987, vista desde el lado occidental
El canciller de la RFA, Konrad Adenauer, pidió ese mismo día por la radio calma y prudencia a la población y declaró las medidas que los aliados pensaban tomar. En las primeras dos semanas tras la construcción del muro visitó Berlín Oeste, sólo el alcalde Willy Brandt protestó enérgicamente, aunque finalmente no pudo hacer nada contra el amurallamiento de Berlín Occidental y la división definitiva de la ciudad. Los länders del oeste fundaron ese mismo año en Salzgitter un centro de documentación judicial sobre las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la RDA. El 16 de agosto de 1961 Willy Brandt convocó una manifestación que reunió a 300.000 berlineses occidentales junto al Ayuntamiento de Schöneberg.
Reacción de los Aliados
La reacción de los aliados occidentales ante la construcción del muro fue lenta: pasaron 20 horas hasta la aparición de las fuerzas militares en la frontera; 40 horas hasta que se comunicaron con el comandante soviético de Berlín; 72 horas hasta que protestaron diplomáticamente ante Moscú. Cada vez hubo más rumores de que los soviéticos habían asegurado a los aliados occidentales que no amenazarían sus derechos. La experiencia del bloqueo había mostrado a los aliados que Berlín Oeste estaría constantemente amenazada, así que la construcción del Muro fue una confirmación material del statu quo, que se cimentó, en el sentido literal de la palabra. La Unión Soviética abandonó aparentemente su petición de que Berlín Oeste estuviese "libre" de tropas aliadas, que había formulado anteriormente en el Ultimátum de Jrushchov de 1958.

Reacciones internacionales en 1961:
Una solución poco elegante, aunque mil veces preferible a la guerra. John F. Kennedy, Presidente de los Estados Unidos.
Alemania del Este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera tras un grueso telón de acero. No se trata de nada ilegal. Harold Macmillan, Primer Ministro británico.
Tras esto, el presidente Kennedy afirmó que Berlín era un "estado libre" y envió unas brigadas de refuerzo de 1.500 hombres a Berlín Oeste. El dirigente de la RDA Walter Ulbricht determinó incluso el control por parte de las Policías Fronteriza y Popular sobre los oficiales y policías aliados, lo que produjo un fuerte rechazo, en particular por parte de los estadounidenses.9 Finalmente, el comandante de las tropas soviéticas situadas en Berlín debió intervenir con los funcionarios de la RDA para calmar la situación.
El 27 de octubre de 1961 se produjo una confrontación directa y peligrosa entre tropas soviéticas y americanas en el Checkpoint Charlie de la Friedrichstrasse, formando diez carros de combate de cada bando junto a la línea fronteriza. Al día siguiente, ambas tropas de carros de combate fueron retiradas. Ambos bandos temían que el conflicto de Berlín acabase en una guerra atómica.


Dos países


Nixon en el Muro de Berlín


Cruces fúnebres simbólicas en honor de los muertos en el Muro, fotografía de enero de 1990
Desde el 1 de junio de 1962 no se pudo entrar a la RDA desde Berlín Oeste. Tras largas negociaciones, un acuerdo de 1963 permitió que más de cien mil berlineses del oeste visitaran a sus parientes del lado este por fin de año.
A principio de la década de 1970, Willy Brandt y Erich Honecker emprendieron una política de aproximación entre la RDA y la RFA para relajar la frontera entre ambos lados de la ciudad. La RDA acordó simplificar los trámites necesarios para los permisos de viaje, en especial para la población "improductiva" que cobraba pensiones y permitió a los ciudadanos de la parte oeste visitas básicas a las regiones colindantes con la frontera. Como precio para relajar más las fronteras, la RDA exigió que se le considerase un estado soberano, así como la extradición de sus ciudadanos residentes en la RFA. Estas exigencias, contrarias a la constitución de la RFA, fueron rechazadas categóricamente.
La RDA denominaba al Muro, así como a las fronteras que la separaban de la RFA, "Muros de protección antifascista" que protegían a la RDA contra "la inmigración, la infiltración, el espionaje, el sabotaje, el contrabando, las ventas y la agresión de los occidentales".
Los años del muro
El muro tenía una longitud de más de 120 km. La construcción inicial fue mejorada regularmente. El Muro de la cuarta generación, que empezó a construirse en 1975, era de hormigón armado, tenía una altura de 3,6 m y estaba formado por 45.000 secciones independientes de 1,5 m de longitud. Su coste fue de 16.155.000 marcos de la Alemania Oriental. Además, la frontera estaba protegida por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers.


Célebre mural, icono de la caída del muro


Tramo del muro conservado frente al Parlamento Europeo en Bruselas
Al principio, solamente había un paso para los alemanes orientales en la Friedrichstrasse; las potencias occidentales tenían dos puntos de control: en Helmstedt, en la frontera entre Alemania Oriental y la parte principal de Alemania Federal, y Dreilinden, en la frontera sur de Berlín Oriental. A los puntos de control se les dieron nombres fonéticos: Alfa (Helmstedt), Bravo (Dreilinden) y Charlie (Friedrichstrasse).
Durante la existencia del muro se contabilizaron unas 5.000 fugas a Berlín Occidental; 192 personas murieron por disparos al intentar cruzarlo y otras 200 resultaron gravemente heridas. Intentos exitosos de fuga incluyeron la fuga de 57 personas, quienes escaparon a través de un túnel de 145 m de longitud cavado por los berlineses occidentales, en los días 3, 4 y 5 de octubre de 1964. El intento fallido más destacado fue el de Peter Fechter. Este intentó cruzar el muro junto a su compañero Helmut Kulbeik, el cual sí consiguió llegar al otro lado del mismo. Fechter fue tiroteado y se le dejó morir desangrado a la vista de los medios occidentales el 17 de agosto de 1962.

La caída del Muro de Berlín

El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves, 9 de noviembre de 1989, al viernes, 10 de noviembre de 1989, 28 años más tarde de su construcción. La apertura del muro, conocida en Alemania con el nombre de die Wende (el Cambio), fue consecuencia de las exigencias de libertad de circulación en la ex-RDA y las evasiones constantes hacia las embajadas de capitales de países del Pacto de Varsovia (especialmente Praga y Varsovia) y por la frontera entre Hungría y Austria, que impuso menos restricciones desde el 23 de agosto. En septiembre, más de 13.000 alemanes orientales emigraron hacia Hungría.
Hacia el final de 1989 comenzaron manifestaciones masivas en contra del gobierno de la Alemania Oriental. El líder de la RDA, Erich Honecker, renunció el 18 de octubre de 1989, siendo reemplazado por Egon Krenz pocos días más tarde.
Tras el 6 de noviembre se hizo público el proyecto de una nueva legislación para viajar, que recibió duras críticas, y el gobierno checoslovaco protestó por vías diplomáticas por el aumento de la emigración desde la RDA a través de Checoslovaquia. El SED decidió, el 7 de noviembre, regular los viajes al exterior, facilitándolos. El 9 de noviembre se promulgó un plan que permitía obtener pases para viajes de visita. Se elaboró un modelo en el Consejo de Ministros, que se decidió ese mismo día antes de las 18:00 y que debía ser publicado y difundido en forma de circular a las 4:00 siguiente por las agencias de noticias, aunque hubo una objeción al procedimiento por parte del Ministerio de Justicia. Paralelamente, el modelo del Ministerio fue estudiado a medianoche en el Comité Central (ZK) y se modificaría ligeramente.10


Muro de Berlín (16 de noviembre de 1989)


Porción del Muro de Berlín parcialmente destruida vista desde el lado occidental, con un guardia fronterizo y la Puerta de Brandeburgo al fondo, noviembre de 1989
El miembro del Politburó del SED Günter Schabowski anunció en una conferencia de prensa, retransmitida en directo por la televisión de Alemania Oriental, que todas las restricciones habían sido retiradas y decenas de miles de personas fueron inmediatamente al muro, donde los guardas fronterizos abrieron los puntos de acceso permitiendo el paso. Schabowski acabó la conferencia de prensa a las 18.57. Se encontraban presentes sobre el podio junto a Schabowski: los miembros del Comité central del SED Helga Labs. Gerhard Beil y Manfred Banschak. Schabowski leyó un proyecto de ley del consejo de ministros que tenía delante:
"Los viajes privados al extranjero se pueden autorizar sin la presentación de un justificante — motivo de viaje o lugar de residencia. Las autorizaciones serán emitidas sin demora. Se ha difundido una circular a este respecto. Los departamentos de la Policía Popular responsables de los visados y del registro del domicilio han sido instruidos para autorizar sin retraso los permisos permanentes de viaje, sin que las condiciones actualmente en vigor deban cumplirse. Los viajes de duración permanente pueden hacerse en todo puesto fronterizo con la RFA."
A la pregunta de un periodista italiano: "¿Cuándo entrará en vigor?
Schabowski, hojeando sus notas contestó:
"En cuanto lo diga — inmediatamente".11
Gracias a los anuncios de las radios y televisiones de la RFA y Berlín Oeste bajo el título "¡El Muro está abierto!", muchos miles de berlineses del Este se presentaron en los puestos de control y exigieron pasar al otro lado. En esos momentos, ni las tropas de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regularlas estaban informados. Sin una orden concreta, sino bajo la presión de la gente, el punto de control de Bornholmerstrasse se abrió a las 23.00, seguido de otros puntos de paso, tanto en Berlín como en la frontera con la RFA. Muchos telespectadores se pusieron en camino. A pesar de todo, la verdadera avalancha tuvo lugar a la mañana siguiente. Muchos durmieron toda la noche para asistir a la apertura de la frontera a la mañana siguiente, 10 de noviembre.
Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por la población de Berlín Oeste. La mayoría de los bares cercanos al muro daban cerveza gratis y los desconocidos se abrazaban entre sí. En la euforia de esa noche, muchos berlineses occidentales escalaron el muro. Cuando se conoció la noticia de la apertura del muro, se interrumpió la sesión vespertina del Bundestag en Bonn y los diputados entonaron espontáneamente el Himno de Alemania.
El 9 de noviembre, los berlineses llevaron a cabo la destrucción del muro con todos los medios a su disposición (picos, martillos, etc.). El virtuoso del violoncello Mstislav Rostropovitch, que había tenido que exiliarse al Oeste, fue al pie del muro a animar a los que lo demolían. La fotografía de esta anécdota se volvería célebre.
Posteriormente, el 21 de julio de 1990 en la Potsdamer Platz se realizó el The Wall Live (Directo El muro), promovido por Roger Waters y con la participación de estrellas de rock como Van Morrison, Scorpions, Ute Lemper, Marianne Faithfull, The Band, Cyndi Lauper y Bryan Adams se realizó para apoyar a la fundación Memorial Fund For Disaster Relief creada para paliar los impactos de cualquier guerra o desastre natural sobre todo en Europa.
El historiador marxista británico Eric Hobsbawm, en su libro de 1994 The age of extremes: The short Twentieth century 1914-1991, dice que el siglo XX fue "corto" (frente al "largo" XIX), habiendo estado enmarcado entre el estallido de la Primera Guerra Mundial y la desintegración de la Unión Soviética, hecho éste último que ya había sido previamente anticipado de alguna manera por la caída del muro de Berlín de noviembre de 1989.
Estructura de las instalaciones en las fronteras [editar]



Ampliación del muro en Bernauer Straße 1980
El Muro de Berlín fue completado durante la fortificación exhaustiva de las fronteras de la RFA y – en menor proporción – de otras fronteras occidentales de los países del Pacto de Varsovia, haciendo palpable el llamado Telón de acero. Como el resto de fronteras, el Muro de Berlín estaba provisto de un sistema muy completo de alambre de espino, fosos, barreras antitanque, recorridos para patrullas y torres de vigilancia. A principios de la década de 1980 se habían empleado cerca de mil perros policía. Este sistema fue extendido en las décadas siguientes. Particularmente, las casas cercanas al Muro se vaciaron después del amurallamiento. Este proceso continuó hasta el 28 de enero de 1985, día en el que se demolió la Iglesia de la Reconciliación en Bernauerstrasse. De esta forma se formó una franja alumbrada en la densa y oscura ciudad de Berlín.
Según el Ministerio de Seguridad Nacional, en la primavera de 1989 el muro estaba formado por:
41,91 km de muro de una altura de 3,60 m.
58,95 km de muro prefabricado de una altura de 3,40 m.
68,42 km de alambre de espino con una altura de 2,90 m.
161 km de calles iluminadas.
113,85 km de vallas.
186 torres de vigilancia.
31 puestos de control.
De la frontera de 156,4 km de Berlín Oeste, 43,7 km colindaban con Berlín Este y 112,7 km con Bezirk Potsdam. 64 km de del recorrido estaban en áreas edificadas, 32 km en zonas boscosas, 37,95 en descampados y 37,95 km en ríos y lagos.
Las tropas fronterizas de Alemania del Este tenían órdenes de impedir por todos los medios la evasión de cualquiera que intentara cruzar el muro, incluido el uso de armas de fuego, aun a costa de la vida de los fugitivos. En el Muro de Berlín, las órdenes de disparar se dieron numerosas veces; el número de muertes supera la media de las producidas en las fronteras de la RDA. En festividades importantes o visitas de estado, la orden de disparar a los fugitivos se interrumpía temporalmente, para evitar las críticas de la prensa occidental. En Berlín Oeste, la policía y las fuerzas militares aliadas observaban las actuaciones en la frontera oriental y se registraban las más graves.

Señal de aviso de zona fronteriza

Estructura de las instalaciones en las fronteras


En su estado final de construcción, a finales de la década de 1989 , las instalaciones fronterizas consistían en:
Un muro de hormigón de 2 a 3 m de alto.
Una alarma que detectaba el contacto con el suelo.
Una barrera de contacto de tela metálica más alta que un hombre, con un tendido de alambre de espinas y una alarma de contacto.
Hasta su apertura en el año 1989 hubo además, en algunas partes, recorridos con perros policía (pastor alemán que podían correr libremente, aunque sujetos a una guía de cuerda), barreras antivehículo y antitanque (erizo checo), cuya desmantelación costaría posteriormente miles de millones de marcos al estado.
Un camino (iluminado de noche) para el acceso a los puestos de guardia y la circulación de las columnas militares.
Torres de vigilancia (302 en 1989) equipadas con proyectores de búsqueda, que vigilaban los puestos fronterizos de día, y con un refuerzo de soldados durante la noche.
Pistas de control, siempre escarificadas, que servían para recoger las huellas de los fugitivos, y que no debían ser pisadas por los soldados.
Barreras de separación suplementarias, que superaban la altura de un hombre, y a través de las cuales se podía ver en oblicuo.
El Muro propiamente dicho, de 3,75 m de altura, con un lado en Berlín Occidental.
Algunos metros de territorio pertenecientes a la RDA.
La anchura total de las barreras fronterizas variaba entre 30 y 500 m (en Potsdamer Platz). Al contrario que en las fronteras interiores con la RFA, no se dispusieron campo de minas ni pistolas automáticas (aunque en general esto no se conocía en la RDA).


Cruzando hacia Berlin Oeste en 1989
Los detalles de las instalaciones, diseñadas por las tropas fronterizas como zonas de acción, estaban bajo secreto militar y eran, por tanto, desconocidas por los ciudadanos de la RDA. Las tropas fronterizas debían guardar silencio. Como nunca sabían si se encontraban con un agente de la Stasi, siempre guardaban silencio. Cualquiera que se interesaba por las instalaciones fronterizas se arriesgaba, al menos, a ser arrestado y enviado a los puestos de policía para un control de identidad. El resultado podía ser una condena en prisión por planificación de evasión. Estaba prohibido visitar la zona inmediatamente anterior a la frontera sin una autorización especial.
Referencias

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↑ Chronik der Mauer: 9. November 1989
↑ «9 de noviembre: Alemania reflexiona» (en español). Deutsche Welle 10.11.2004 (2004). Consultado el 14/12/2007.